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Antes que nada porque cuando se edifican palacios, iglesias u otras construcciones, se ponen en los funda– mentos piedras sin pulir; después, cuando los funda– mentos afloran de la tierra, se disponen piedras talla– das y hermosas para dar esplendor al edificio. Bien se aplica a la Orden de san Francisco cuanto el Señor pro– mete a su Iglesia militante y triunfante, según dice Isaías, en el capítulo 54: Pobrecilla, azotada por los vien– tos, no consolada, mira que yo asiento en carbunclos tus piedras y voy a cimentarte con zafiros. Haré de rubí tus baluart~s, tus puertas de piedras de cuarzo y todo tu término de piedras preciosas. Todos tus hijos serán discí– pulos de Yahveh, y será grande la dicha de tus hijos. En justicia serás consolidada ( Is 54,11-14). La segunda razón es que el bienaventurado Fran– cisco quiso imitar y seguir hasta el final al Hijo de Dios. . . Y el Señor quiso escoger y llamar a los pobres para que no se pudiese atribuir a los nobles y poderosos, a los sabios y ricos, aquello que él estaba por cumplir ... La tercera razón es porque así fue revelado en visión al bienaventurado Francisco. Se dice, en efecto, en el capítulo III de su Leyenda 32 : "Cierto día en que reflexio– naba en un lugar solitario sobre los años de su vida pa– sada, deplorándolos con amargura, de pronto se sintió lleno de gozo del Espíritu Santo, y fue cerciorado en– tonces de que se le habían perdonado completamente todos sus pecados ... " (pp. 141-143). Contra la intención de Salimbene, el cuadro que esboza de los primeros tiempos de la Orden demuestra que el movimiento iniciado por Francisco tuvo una impronta laical y no clerical. 32 Cfr. LM 3,6. Relata completamente todo este párrafo de la Leyenda de san Buenaventura. 190

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