BCCCAP00000000000000000000748

como penitencia, y cuando aquél hubo bebido, si bien a regañadientes, dijo: "Carísimo hermano, si hicieses más a menudo esta penitencia tendrías también una con– ciencia mejor". 119. Además, el hermano Pedro contó que cuando algunos clérigos del arzobispo san Edmundo le pidieron un favor para uno de sus parientes que era cochero, este santo obispo respondió: "Si su coche está roto, lo haré reparar en obsequio a sus ruegos; si no es reparable, le compraré otro; pero tengan por seguro que nunca cam– biaré su estado". El mismo santo obispo dijo además, cuando se le ofrecieron joyas preciosas y se insistía en que las aceptase: "Si las tomo, ¡que me cuelguen! Entre las palabras latinas "prendere" y "pendere" no hay más que una letra de diferencia". Todavía el mismo padre, hermano Pedro, contó que el obispo de Lincoln no tenía caballos cuando tomó po– sesión de su diócesis. Su mayordomo fue a verlo mien– tras estaba sentado en medio de sus libros, y le anunció que dos monjes blancos habían venido a regalarle dos bellísimos palafrenes e insistían en que los aceptara, ale– gando que los monjes eran exentos. Pero el obispo rehu– s6 categóricamente, sin moverse de su puesto, y dijo: "Si aceptara, ellos me arrastrarían al infierno con sus riendas". 156 120. Roberto Grossatesta, obispo de Lincoln, se ofendió tan seriamente una vez, porque el mi– nistro provincial no había permitido a un her– mano que morara en su casa como lo había he– cho otras veces, que no quiso hablar a ningún hermano, ni siquiera a su confesor. Entonces el hermano Pedro le dijo que aunque hubiera da-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz