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compañero de san Francisco, que dijera a los her– manos la verdad sobre las llagas del Santo, por– aue en el mundo muchos dudaban. El hermano Bonizzo respondió llorando: "Mis ojos pecado– res las vieron y mis manos pecadoras las toca– ron". 92. También el hermano León, compañero de san Francisco, dijo al hermano Pedro, ministro pro– vincial de Inglaterra, que la aparición del Sera– fín a san Francisco había ocurrido mientras él estaba arrobado en contemplación, y que la aparición había sido más evidente de lo que se había escrito en su vida 53 ; y que muchas cos:i,s le habían sido reveladas en aquella aparición, que nunca comunicó a nadie. San Francisco, empero, había revelado al hermano Rufino, su compa– ñero, que cuando vio al ángel todavía lejano, se había quedado muy asustado y que el ángel lo había herido duramente, y le había dicho que su Orden duraría hasta el fin del mundo, que ningún hermano de mala voluntad persevera– ría mucho tiempo, que nadie que odiase la Orden viviría por mucho tiempo y que ningún religio– so que amara la propia Orden tendría un mal fin. Después, san Francisco había pedido al her– mano Rufino que lavara y ungiera con aceite la piedra sobre la que el ángel se había posado; y él obedeció. Estas cosas que escribió el her– mano Garino de Sedenefeld le fueron relatadas personalmente por el hermano León 56 • ss Cfr. lC 94-95. 56 Cfr. EP 79. La edición de Quaracchi coloca aquí dos adi– ciones que la edición Little ubica en el coloquio siguiente. 138

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