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Haymón estaba al otro lado de los Alpes, cuando en ple– no invierno le fue entregada la citación de parte del protector de la Orden y de los demás cardenales. Res– pondió delante de ellos de manera tan sobresaliente a las acusaciones en su contra que reconquistó su favor. 86. Mientras era ministro general, fue publicado por el Capítulo el decreto de que se designaran herma– nos en todas las provincias de la Orden para que anota– ran aquellos pasajes de la Regla sobre los que existían dudas y los transmitieran al ministro general. Fueron elegidos en Inglaterra el hermano Adam de Marsh, el hermano Pedro, custodio de Oxford, el hermano Enri– que de Burford y algún otro. En esa misma noche san Francisco se apareció al hermano Juan de Bannister y le mostró un pozo profundo. El hermano Juan dijo: "Pa– dre, los padres quieren expiicar la Regla; sería mucho mejor que fueras tú a explicársela". El Santo respondió: "Hijo, vé donde los hermanos laicos y ellos te expondrán tu Regla". Por esto, cuando hubieron anotado algunos artículos, los hermanos los mandaron al ministro gene– ral en una cédula sin sello, conjurándolo en nombre de la sangre preciosa de nuestro Señor Jesucristo que per– mitiera que la Regla permaneciese tal como había sido escrita por san Francisco por inspiración del Espíritu Santo. Este decreto complació mucho tanto al protector de la Orden como a los hermanos de las Provincias de ultramar; y esto confirma el testimonio que el herma– no Alberto había dado acerca de los hermanos de In– glaterra. El hermano Haymón murió en Anagni. El pa– pa Inocencia se dignó ir a verlo durante su enfermedad. 134 87. Adición. El hermano Haymón dijo, de los her– manos que no querían volver al convento des– pués de una enfermedad antes de haber reco-

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