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mano Humphrey. Este último me contó que un día, cuando estaba enfermo en Cambridge, oyó una voz que le decía: "Estás quieto como una piedra". Yaciendo pues inmóvil como una piedra, se le aparecieron dos demo– nios que se sentaron a su izquierda, y un ángel que se apostó a su derecha. Los demonios comenzaron a mo– lestarlo con falsas acusaciones, mientras que el ángel permanecía calmo en silencio. Al final, los dos diablos dijeron: "Cuando los hermanos están bebiendo o char– lando en lugar de ir a Completas, nos ocupamos de ellos; y cuando no van, tenemos que hacer en otra parte". Entonces el ángel dijo: "Mira cuán grande es la mali– cia de estos diablos; quieren matarte de disgusto para que después no puedas estar en condiciones de alabar el nombre de tu Creador". Confortado con estas pala– bras, comenzó a transpirar y sanó 41 • COLOQUIO XII Institución de los confesores 72. Hubo también algunos hermanos que, si bien no tuvieron el oficio de predicadores o de lectores, por bondadoso favor de los prelados, fueron encargados de escuchar en varios lugares las confesiones tanto de los religiosos como de los laicos, por obediencia y voluntad del ministro provincial. Entre éstos, el más conocido era el hermano Salomón, que fue confesor general de los 4 1 En la edición Little sigue otra larga serie de nombres: los lectcres en Cambridge, que aquí omitimos. 124
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