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que no se puede penetrar la ley de Dios, como dice un santo, sino en la tranquilidad de la mente. Cuando más tarde volvió en sí, se enamoró de la quietud y del silencio, e hizo tales progresos que el obispo de Lincoln declaró que él mismo no hubiera enseñado tan bten. Y por este mo– tivo, al crecer la fama de su valor, fue llamado a Lombardía por el ministro general 39 , y se ga– nó la estima de la misma curia pontificia. Fi– nalmente, la Madre de Dios, hacia la que te– nía gran devoción, se le apareció cuando esta– ba por morir y, alejando de él los espíritus ma– lignos, le mereció entrar felizmente en el Pur– gatorio, como él mismo lo reveló a uno de sus amigos. Dijo que estaba en el Purgatorio y que sufría mucho de los pies, porque con mucha frecuencia había ido donde una piadosa señora para confortarla, mientras que hubiera debido empeñarse más en sus lecciones y en otras ocu– paciones más necesarias; y pidió hacer celebrar misas por su alma; el amigo las hizo decir du– rante dos años seguidos y ofreció muchos otros sufragios 40 • 71. Los maestros que siguen enseñaron a su vez en Cambridge: hermano Vicente de Coventry, hermano Juan de Weston, hermano Guillermo de Poitiers, her- 39 El nombre de este compañero de Tomás se nos escapa completamente. Podría ser aquel hermano Esteban que, según Salimbene, es enviado por el ministro general Juan de Parma como profesor, primero a Génova y después a Roma. 40 En la edición Little siguen varias p;;i,ginas con nombres de lectores en Oxford, pero insertada por autores posteriores. 123
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