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;:a mutua caridad. El mismo custodio tenía tal dulzura y jovialidad, y tan extraordinaria caridad y compasión, que se ingeniaba por todos los medios para que ninguno estuviera triste. Por esta razón, cuando llegó la hora de su muerte y recibió la santa hostia, vio en la hostia una puerta por donde debía pasar, y así, cantando en alta voz: "Salve Reina, madre de misericordia", murió san– tamente en Salisbury. 46. En la custodia de Worcester, gobernada por el hermano Roberto de Leicester, reinó especialmente la primitiva simplicidad; él, pequeño de estatura, pero grande de corazón, practicó siempre la más límpida sim– plicidad y confió cargos en la Orden a varios hombres dotados de esta virtud. Finalmente, en Worcester, resti– tuyó su alma santa y simple al Señor, con poderoso cla– mor y lágrimas (Hb 5,7). COLOQUIO VIII Los Capítulos de los visitadores 29 47. Transcurridos algunos años, fueron enviados a Inglaterra especiales visitadores que, con ocasión de sus vis1tas celebraron Capítulos. El primer visitador fue el 2 9 En la Regla no bulada se habla solamente de los minis– tros que deben '•visitar, instruir y animar" a sus hermanos (lR 4,2), y la misma exhortación se repite en la Regla bulada (2R 10,1). No se habla en absoluto de los "visitadores" -~nviados :por el ministro general. Pero pronto se debió llegar a esta nueva es– tructura, que en parte, es desarrollo dei encargo dejado al vica– rio, Gregorio de Nápoles, para Italia, durante la ausencia de Francisco (cfr. Jordán, 11). 108

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