BCCCAP00000000000000000000748

do era todavía laico, el hermano Ricardo Rufus, lector insigne, quien, por su celo por la reforma de la Orden contra el hermano Elías, fue enviado a la Curia papal con el hermano Haymón, como representante de Fran– cia. El contó que un novicio le había confiado que en aquel período sufría de una continua sed y no podía dormir, hasta que una noche se le apareció un hombre de bello aspecto, con hábito de hermano; le mandó le– vantarse y seguirlo, lo condujo a un lugar muy ameno y lo hizo entrar en un palacio estupendo, ofreciéndole una bebida gustosísima, y le dijo: "Hijo mío, cada vez que tengas sed, ven a mí y te daré de beber". El novicio le preguntó quién era, y él respondió que era el hermano Francisco. Al despertarse, el hermano, de quien estamos hablando, no experimentó nunca más la tentación de la sed y se sintió satisfecho y reconfortado en el alma y en el cuerpo. 36. En aquella época llegó también el hermano Ro– dolfo de Rochester, que llegó a ser muy amigo del Rey de Inglaterra debido a su talento oratorio. Con su final demostró cuán enemiga del alma es la amistad de este mundo y cómo el ser honrado con los favores de los grandes y el morar continuamente en la corte de los príncipes son cosas contrarias a la perfección de la Or– den de los hermanos menores. 37. Llegó también el hermano Enrique de Burford, quien, mientras era todavía novicio y cantor entre los hermanos de París, compuso durante la meditación los siguientes versos contra las tentaciones que tenía que combatir: 102

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz