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que había ejercido contra los celantes de la Orden, en presencia de nuestro padre, el papa Gregario IX, ya que, tras su empuje, muchas provincias habían apelado con– tra el hermano Elías. ¿Quién, pues, puede presumir de sus méritos y sen– tirse seguro de sí mismo, cuando ve caer tan bajo a per– sonas tan importantes? ¿Quién pudo ser, de hecho, com– parado con un hombre como Gregario de Nipoles entre los predicadores o los prelados de la Universidad de Pa– rís o entre el clero de toda Francia? ¿Quién fue más fa– moso y estimado en todo el mundo cristiano que el her– mano Elías? ·Sin embargo, el primero de éstos mereció la prisión perpetua, el otro fue excomulgado por el su:– mo Pontífice por desobediencia y apostasía. Como quie– ra que haya sido, ambos se arrepintieron, aunque tarde. 34. Llegó después a Inglaterra con el hermano Haymón el hermano Guillermo de Colville, el viejo, hom– bre simple y de extraordinaria caridad; su hermana fue cruelmente estrangulada más tarde en la catedral de Chichester por defender su virginidad. En realidad, un joven, prendado de su belleza, había deseado durante largo tiempo encontrarla sola y seducirla; al no lograr doblegarla a sus deseos, demostró cuán malvado es el amor carnal, degollándola en la iglesia. Con frecuencia, entre dos personas que se aman car– nalmente, estalla un odio igual en intensidad al primer amor. 35. En seguida llegaron a Inglaterra otros muchos distinguidos hermanos, de origen inglés, pero ingresa– dos a la Orden en París, a quienes había conocido cuan- 101

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