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92 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. sar de su juventud, le eligieron Superior, o como se dice en la Orden Franciscana, Guardián del convento de Puy-en-Velay. Aunque su cargo duró poco tiempo, demostró ser un Superior perfecto. Sabía hermanar el celo por la regular observancia con las exigencias de la caridad fraterna. Todo el convento se hallaba impregnado del perfume de su bondad. Pero la fama de orador y taumaturgo se había ex– tendido ya por toda aquella comarca, en medio de la cual se hallaba situado el convento, donde había fi– jado su nueva residencia. Por eso era requerido por todas partes para la predicación del Evangelio, de la que tanta necesidad tenía el pueblo cristiano. Allí, no había herejes que combatir. Se puede de– cir que aquella región era el baluarte que había de– tenido el potente oleaje de los albigenses y valdenses. Sus habitantes conservaban una fe sencilla y encanta– dora. La predicación allí resultaba mucho más fácil. No había necesidad de disipar las tinieblas del error de la herejía, sino de purificar los corazones de los pe– cados y encenderlos en la divina caridad. No obstante, Fray Antonio continuó allí su siem– bra apostólica con todo el ímpetu de su ardoroso ce– lo, y su predicación iba acompañada de profecías y milagros que convertían los pecadores a penitencia y movían a los buenos a una santa vida. Digno de no'.arse es lo que le pasó en Puy con

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