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90 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. taba sus objeciones, y en todo mostraba una admira– ble ciencia teológica y una fuerza de persuasión tal, que llegaba a los más bajos fondos de las conciencias de sus adversarios, dejándolos admirados y confusos. Daba clase, predicaba, confesaba, hablaba con los sacerdotes, con los fieles. Parece que se olvidaba de sí mismo para hacer el bien en los demás. Mas este olvido de sí mismo ganaba las simpatías de todos, y según afirman las antiguas crónicas, Fray Antonio era «bendito de Dios y amado de los hombres». La estancia en Tolosa fue breve, pero copiosa en fruto apostólico. No se cuentan milagros obrados por el Santo en aquella ciudad. Pero él mismo era ya un milagro viviente y continuo. Aquel trabajo constante, aquella extraordinaria siembra evangélica, aquella conquista de almas no eran sino una bendición del cielo, con lo que el Señor manifestaba sus gracias y fa– vores por donde quiera que Fray Antonio asentaba su sandalia de apóstol. En medio de estas luchas y actividades apostóli– cas, el Señor derramó sobre el alma de nuestro San– to abundantes consuelos. Cuentan que un día se le apareció la Virgen María en toda su belleza. El Santo, cayó en éxtasis en el que le fue revelado por Nuestra Señora el misterio de su Asunción a los cielos. Des– de entonces, puso todas sus delicias en cantar en sus predicaciones las glorias y excelencias de la Madre de Dios.

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