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88 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. el novicio fugitivo fue detenido en su carrera. Iba a pasar un río. De repente, se le presenta un hombre de horrible aspecto con un hacha encendida en la mano, el cual con voz temblorosa y amenazantes ademanes, dijo al novicio atrevido: -En nombre del Señor del universo, restituye lo robado, si no quieres que te precipite en el abismo. Lleno de espanto, el novicio volvió sobre sus pa– sos, regresó al convento, se presentó a Fray Antonio, le confesó su falta anegado en llanto y le pidió per– dón por ella. Fray Antonio, le recibió con paternal ca– riño, y el novicio vistió de nuevo el hábito y empren– dió por segunda vez una vida de fervor religioso. Había a la vera del convento de Montpellier un estanque que se había poblado de multitud de ranas. No hacían más que estar croa que te croa todo el día de Dios. Con esto, perturbaban la paz y el recogi– miento del convento. Se hallaban los frailes en el co– ro, y las ranas parecía que querían tomar parte en la salmodia, repitiendo todas juntas con inaguantable estridencia : -¡Ruak! ¡Ruak! ¡Ruak! Explicaba Fray Antonio sus lecciones de Teología a sus hermanos, y las ranas distraían a los estudian– tes y apenas dejaban oir las palabras del Santo Pro– fesor. Un día, cansado Fray Antonio de aquel monótono

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