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84 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. Combatían la divinidad de Jesucristo. Se burlaban de los Sacramentos. Consideraban el matrimonio como cosa diabólica. Su doctrina, disparatada, solía ir acompañada de una vida llena de las más repug– nantes liviandades. No obstante, esta herejía se había infiltrado en el pueblo de forma que era muy di– fícil combatir sus errores y vicios. Se habían probado ya varios medios para la reducción de aquellos herejes, pero no dieron el re– sultado apetecido. Se habían presentado en el cam– po de la herejía diversos Legados Pontificios. Mas éstos iban acompañados de magnífico boato. Lle– gaban rodeados de caballos y palafreneros, y así tuvieron rotundo fracaso. Tras esto, acude Santo Domingo con su pobreza y santidad de vida y, a pesar de su actividad incansable y de su fervoroso celo, aun después de sus triunfos, la herejía seguía haciendo sus estragos. El Papa Inocencio III intentó reducirlos por la fuerza. Con este fin, el 16 de noviembre de 1207 se dirigió al Rey Felipe Augusto y a los príncipes y nobles señores, convocándolos a una cruzada con– tra los herejes. Y aunque la cruzada terminó feliz– mente con la victoria de los que combatían la he– rejía, sin embargo, ésta, en vez de extinguirse, cada día echaba más hondas raíces y seguía dando mues– tras de pujante vitalidad. El Papa continuaba lamentando aquel mal terri-

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