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MAESTRO EN TEOLOGIA 79 abrasaba de amor y al exterior arrojaba llamas de fervor evangélico. Mientras Fray Antonio predicaba en Vercelli y asistía a las lecciones de Tomás Gallo, hombre todo actividad, daba conferencias sobre temas de Sa– grada Escritura, a las cuales asistían los clérigos regulares y seculares de la ciudad, y entre sus oyen– tes se encontraba el mismo Abad Tomás Gallo. De este modo, era una bella realidad esta frase, que parece una paradoja: ((El discípulo era Maestro». No es de extrañar que en Vercelli aumentase la estimación que todo el mundo tenía de Fray Anto– nio. Allí, se puso más en evidencia su capacidad intelectual y su cultura eclesiástica. Al mismo tiem– po, su intensa vida interior se reflejaba en todos sus actos y se hacía patente a todos. Los que más admirados se hallaban de él eran sus hermanos de religión. Se sentían santamente or– gullosos de su ciencia y su piedad. Pensaban que podía ser para los estudiantes de la Orden un Pro– fesor ideal. La fama de Fray Antonio, como sabio y como santo, corrió por todos los conventos de los Frailes Menores y llegó hasta la Porciúncula, donde se hallaba el Santo Fundador, el cual, acce– diendo al deseo de los religiosos, nombró a Fray Antonio Lector de Teología, en una carta que es– cribió de su puño y letra a principios de 1223. La carta estaba redactaba en los siguientes términos :

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