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68 FRAY CANDIDO DE VINAYO, O.F.M. CAP. ciudades de las cercanías. A los herejes de Rímini se los consideraba como irreductibles. En el año 1220 estuvo en aquella ciudad un san– to Obispo, llamado Hildebrando, con ánimo de so– meterlos a la fe católica. Mas su gestión tuvo un rotundo fracaso. Los herejes tomaron actitudes ame– nazantes y el Obispo se vio en la precisión de bus– car refugio en el campanario de una iglesia. Des– pués, en la oscuridad de la noche, emprendió la fuga, a fin de librarse de la muerte que le tenían tramada. Esto envalentonó a los cátaros y los confirmó en la maldad. Un día llega a Rímini Fray Antonio. Con son– risa burlona miraban los curiosos que había por las calles la figura asceta del joven franciscano. Fray Antonio, sin hacer caso de aquellos desprecios, da comienzo a su predicación. Al principio, le escu– chaban algunos, más por curiosidad que por deseo de aprovecharse de sus palabras. Después de la pre– dicación, discute con los herejes. Pero el corazón de aquellos hombres está por completo endurecido. No sólo desprecian las instrucciones de Fray Antonio, sino que dejan de asistir a sus sermones. Hasta las mujeres y los niños fueron desfilando y, al fin, le dejaron solo. E :1~onces, tuvo una inspiración del cielo. Una mañana se fue a la orilla del mar, cerca de la des– embocadura del río Marecchia. Comenzó a pasearse

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