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SIEMBRA DE APOSTOL 65 Teología y de la Sagrada Escritura. Afirman algu– nos de sus biógrafos que salió de allí hecho un sabio. La lectura asidua de San Agustín le elevó a un alto sentido teológico. La santa Biblia fue por mucho tiempo el alimento de su alma, y al decir de los que le trataron en intimidad, podía dictar una por una todas las páginas de los libros santos, y no sólo dictar, sino hacer de ellos una acertada expo– sición. Esta ciencia eclesiástica la mostró Fray Anto– nio de un modo especial, combatiendo a los herejes de que estaba minada Italia por aquellos tiempos. Sus triunfos en las controversias sostenidas con los enemigos de la fe católica fueron, en gran manera, resonantes. No hubo por aquel entonces nadie que los rebatiera con tan atinadas frases, con argumen– tos tan convincentes. Esta habilidad en combatir a los enemigos de la Iglesia fue causa de que fuera conocido y llamado por el pueblo incansable Martillo de los herejes. Sobre estas excepcionales cualidades que tuvo Fray Antonio para ejercer con fruto el apostolado, hay que añadir la ayuda sobrenatural que el Señor le concedió, con lo que pudo conquistar innumera– bles almas para el reino de Dios. Y esta ayuda con– sistió en el don de hacer milagros. Y los hizo con tanta frecuencia y en tanto número que la gente por donde el Santo pasaba le llamaba El Sembrador
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