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62 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. rama que elevaba su espíritu al mundo sobrenatural. En adelante, no gozaría de aquel ambiente de paz, de silencio, de quietud monacal en que parecía que respiraba el aire que corre por la cercanía de Dios. Pero, aunque embargado por aquel sentimiento nostálgico que notaba al ausentarse de Monte Paulo, se confortaba en su corazón, porque al lanzarse a la vida apostólica, podía saciar el ardoroso celo que sentía por la gloria· de Dios y la salvación de las almas. Iría de un lado para otro; recorrería pue– blos y ciudades predicando a Cristo, ganando almas para su reino. Su ciencia, su juventud, las energías todas de su vida, todo lo ponía al servicio de Je– sucristo. Su ideal era gastarse y desgastarse por completo en el apostolado en que iba a ocuparse por voluntad expresa de sus superiores, que hacían las veces de Dios. En adelante, sería un operario evangélico que, por doquier, había de ir esparciendo la semilla del reino de los cielos. .En verdad: muy bien podía Fray Antonio co– menzar su siembra de apóstol. Estaba completa– mente maduro para esta divina sementera. Poseía las cualidades que se precisan en .un verdadero apóstol, a saber: una exquisita vida interior, una humildad profundísima y una .vasta cultura de las ciencias eclesiásticas. El predicador evangélico necesita de la. vida in– terior, porque el apóstol auténtico no es más que
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