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ANSIAS DE MARTIRIO 47 tar para nada sus estudios y su valer. Se nombraron los cargos; se distribuyeron los frailes por provin– cias y conventos. Fray Antonio era consid½rado como un novicio y nadie hacía caso de él. Dándose cuenta él mismo de su situación, se acercó humildemente a Fray Gracián, Ministro Pro– vincial de la Romaña, y le rogó que le recibiera entre sus religiosos para ser instruído en la práctica de la regular observancia. Pero se calló los estudios que había hecho y el apostolado a que había inten– tado dedicarse. Sólo le hizo saber su condición de sacerdote. Es que Fray Antonio no abrigaba ningún afán de sobresalir ni llamar la atención. Se complacía en permanecer en la oscuridad. No deseaba otra cien– cia sino conocer, amar e imitar a Jesucristo Cruci– ficado. El Provincial de la Romaña se compadeció de él y le destinó al eremito'rio de Monte Paulo, al parecer, para que dijera la misa a los religiosos que allí se dedicaban a la contemplación y la penitencia.
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