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46 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. Miles de religiosos se habían reunido en torno de la Porciúncula. Muchos de ellos tenían que hos– pedarse en cabañas hechas de ramas de árboles por no haber otro acomodo. El Capítulo fue presidido por el Cardenal Rainerio Capocci, Delegado del Car– denal Hugolino. El Santo Fundador se hallaba debi– litado, a consecuencia de su viaje a Oriente, y decli– nó el cargo de la presidencia, por parte de la Orden, en Fray Elías, que era su Vicario. Fray Francisco se contentó con dirigir una breve plática a sus hijos, reunidos en torno de él. Sus palabras, henchidas de sagrada unción, caían en los corazones de los frailes como lluvia del cielo que los animaba a seguir fie– les en el servicio de Dios, abrazados con la evangé– lica pobreza. Fray Antonio, puestos en el Seráfico Padre los ojos, le escuchaba con avidez, deseando encontrar cuanto necesitaba para reanimar y for– talecer su espíritu. No hay duda que aquella multitud de frailes, unidos en un mismo amor, en. idéntico ideal de per– fección, y más todavía la vista de aquel hombre todo de Dios, que había logrado fundar y ·dar gran florecimiento a la Orden, hicieron concebir a Fray Antonio deseos de quedarse en Italia para afian– zarse más y más en el genuino espíritu franciscano. Pero era un extranjero, desconocido de todos los religiosos. No es extraño que pasara desapercibido. Además, su humildad le hacía retraído en manifes-

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