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ANSIAS DE MARTIRIO 45 y tenían un común ideal con él: la pobreza y el amor al divino Crucificado. La estancia en Sicilia fue como un sedante para Fray Antonio, gastado por la enfermedad y la tra– vesía. El clima primaveral de la isla, el perfume de los naranjos en flor, la brisa templada del mar, el ambiente de paz que allí se respiraba iban reponien– do sus fuerzas. Se coloreaban sus mejillas, recobra– ban sus ojos su natural brillo y, sobre todo, se to– nificaba su corazón, y su espíritu recobraba el op– timismo propio de su juventud. En esto llegó al convento una noticia halagadora para Fray Antonio. El Santo Fundador había con– vocado Capítulo General en Asís para la fiesta de Pen– tecostés, que en aquel año 1221 se celebraba el 30 de mayo. Y a este Capítulo podían asistir todos los frailes. Lleno de ilusión, con la esperanza de ver ~l Será– fico Padre, Fray Antonio se puso en viaje para Asís. Anda que te anda, fue recorriendo los setecientos kilómetros que había hasta Asís por los caminos polvorientos de Italia, admirando los paisajes de sus bosques y llanuras, con el corazón palpitante de gozo, a pesar de sus decaídas fuerzas. Pero el amor y la esperanza le animaban a caminar, hasta que unos días antes del 30 de mayo llegó a la bella Umbría. Por fin, divisó las almenadas torres de Asís y entró en la ciudad todo emocionado.
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