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40 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. todo, su santidad y su ciencia, aunque procuraba disimularlas, no podían menos de reflejarse en toda su persona. No obstante, Fray Antonio, aunque rebosaba de profundo gozo espiritual por su nueva vida, no se sentía plenamente satisfecho. Creía no haber llena– do por completo su vocación. Un ansia ardiente de martirio devoraba su alma y apenas si le dejaba reposar. De día y de noche surgía en su inente la dichosa suerte de los cinco primeros mártires franciscanos, cuyos sagrados restos reposaban en la iglesia de Santa Cruz. Y su recuerdo era como un impulso incontenible que le arrastraba a seguir su ejemplo. Al solicitar el ingreso en el convento de Olivares, puso como condición que le dejaran mar– char cuanto antes a tierra de mahometanos a predi– car la fe de Cristo. Los superiores vieron bien aquellos ardientes de– seos del novicio. Es verdad que aún no había pasado el año del noviciado, pero por aquel entonces no se exigía tal requisito. Además, dado el espíritu de Fray Antonio, les pareció que muy .bien podían de– jarle marchar a tierra de moros. Por otro lado, también era conveniente que Fray Antonio se alejara de Coimbra. Después de su sa– lida del monasterio de Santa Cruz, se alzó en aquella comunidad un gran descontento. Los canó– nigos regulares se hallaban algún tanto resentidos

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