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LA FRAGANCIA DE ASIS 37 pero también se mostraban un tanto indignados, porque su marcha parecía dejar en mal lugar el monasterio. Uno de ellos, al verle salir, amargado por su ida, le dijo con cierta ironía: - ¡ Anda, anda, que vas a ser santo! Mas Fernando, reflejando en su rostro una ine– fable sonrisa, le contestó diciendo: -Hermano, cuando llegues a saber que soy san– to, alaba a Dios por ello. Y diciendo esto, con los ojos en el suelo y las manos en las mangas del hábito, siguió el camino del convento de Olivares, sin volver atrás la mirada. Para que el cambio fuera completo, en adelante no habría de llamarse Fernando. Haciend'.) honor al titular de la capilla del emeritorio tomó el nombre de Fray Antonio.

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