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36 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. había de hacerse en breve. Es verdad que en el ere– mitorio de los Frailes Menores tendría que vivir po– bremente. Acaso le fuera preciso recorrer las calles de Coimbra pidiendo limosna ; tal vez llamar a las puertas mismas del monasterio que dejaba. Mas él estaba dispuesto a soportarlo todo por Cristo. Esto era para él una verdadera dicha. Al día siguiente de alcanzado el permiso de sus superiores era admitido por el Provincial de España, Juan Parenti, en la Orden Franciscana. Según se había convenido, al rayar el alba se di– rigieron los frailes de Olivares a Santa Cruz. En– traron en la celda de Fernando. Este se despojó de su traje ,de canónigo regular, se quitó el calzado, vis– tió el burdo sayal franciscano, se ciñó con una po– bre cuerda blanca y se puso unas sandalias. Esta sencilla ceremonia le impresionó grande– mente. Lloraba de emoción. Ya estaba dispuesto a seguir de cerca al divino Crucificado. Se sentía in– vadido por el espíritu de Francisco de Asís. Perci– bía en su alma la fragancia del Pobrecillo. Cogió luego un hatillo con algunos libros, escri– tos y reliquias, y radiante de alegría salió del mo– nasterio de Santa Cruz y acompañado de los frailes se dirigió al eremitorio de Olivares. Aquella rápida salida causó una profunda im– presión en los religiosos de Santa. Cruz. Sentían pena porque marchaba el mejor de sus religiosos;

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