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LA FRAGANCIA DE ASIS 35 Los frailes de Olivares, conociendo perfecta– mente la virtud de aquel santo joven, en vez de po– nerle dificultad a su entrada en la Orden, se alegra– ron grandemente por su proyecto y así 1.e dijeron : -Nos place sumamente el recibirte. Puedes in– gresar en la Orden cuando quieras, aunque sea hoy mismo, con tal que alcances la autorización de tu Prior. -Rogad a Dios, que me conceda esta: dicha -añadió Fernando. Lo más difícil era cqnvencer al PJ:'ior para que accediera a sus deseos. Fernando, un tanto tímido y vacilante, se fue a su celda a exponerle su v.ocación de franciscano. Mas en un principio el Prior le contestó con una enérgica negativa. Aquello era una gran pérdida y un bochorno para el monasterio. No obstante, el santo joven insistió una y otra vez en su petición. Expuso razones, multiplicó ruegos, y al fin, a duras penas, consiguió el permiso solicitado. La decisión de Fernando se conoció pronto en el monasterio de Santa Cruz. :f{ubo un gran revuelo entre sus moradores. Aquello era algo así como una desgracia. Se perdía el más santo y sabio de los religiosos. Pero Fernando había alcanzado el permiso de sus superiores, y no cabía en sí de gozo ante la de– finitiva admisión en el convento de Olivares. Y esto

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