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34 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. por completo a la divina contemplación. ¡ Y des– pués! . .. Anhelaba realizar su sueño dorado: alcan– zaría también la palma del martirio. Sucumbiría igual– mente al golpe de las cimitarras después de predi– car a Cristo. Ya no había en Fernando ninguna duda: su fu– turo destino estaba resuelto. No podía abrigar vacila– ción alguna en su vocación a la Orden Francisca– na, en la cual esperaba seguir las huellas de aquellos cinco mártires. Tomada esta resolución, comenzó a pensar en la manera de realizarla. Para ello necesitaba dos cosas: que fuera admitido por los franciscanos del eremitorio de Olivares y que los superiores de San– ta Cruz le dieran la autorización para salir del mo– nasterio y abrazar la Orden Franciscana. Lo prime– ro le pareció fácil. Aprovechó la ocasión un día en que iban los frailes de Olivares, corno de costumbre, a pedir la limosna a Santa Cruz. Para ver si estaban dispuestos a recibirle, les expuso los ardorosos an– helos que devoraban su alma, diciéndoles: -Hermanos carísimos, un ardiente deseo abrigo en mi alma. Y es vestir vuestro hábito y vivir entre vosotros. Mas luego de entrar en vuestra Orden quiero que me enviéis a tierra de mahometanos, para dar por Cristo mi sangre, como lo han hecho vues– tros hermanos, los cinco mártires que se hallan en– terrados en la iglesia de este monasterio.

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