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32 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. no se hospedaron en el eremitorio de Olivares, sino en el mismo monasterio de Santa Cruz, donde Fer– nando ejercía, a la sazón, el oficio de hospedero. Esto dio motivo para que los tratara y admirara. Las conversaciones con aquellos hombres de Dios llenaban el alma de Fernando de sublimes anhelos. Los miraba con santa envidia. Aquellos cinco Frai– les Menores abrigaban un divino y sublime ideal : hablarían de Cristo a los mahometanos y después darían su sangre por El. El martirio se presentaba ante su espíritu como la más hermosa ilusión. Partieron los cinco hijos de Francisco para Ma– rruecos. Fernando quedó prendado de ellos y sintió brotar en su corazón un ardiente anhelo de seguir sus huellas. Pero los religiosos del monasterio de Santa Cruz no abrigaban el ideal de hacer aposto– lado fuera de su habitual residencia. La idea de hacerse franciscano fue entonces echando en él más profundas raíces. La fragancia de Asís se había di– fundido ya por toda su alma y le estaba impulsando a nuevo género de vida. Poco tiempo después de llegar a Marruecos aquellos cinco héreoes franciscanos, luego de pre– dic.ar a Cristo, cayeron al golpe de las cimitarras. Corrió su roja sangre como fecunda semilla que había de producir frutos de santidad. Era el 16 de enero de 1220. La noticia de su martirio se extendió rápida-

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