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LA FRAGANCIA DE ASIS 31 aquel santo religioso amigo suyo, volar a modo de ligera avecilla, t¡ue cruzaba por encima de las lla– mas del Purgatorio y que se remontaba al instante al cielo. Entonces pasó por la mente de Fernando una idea que se clavó profundamente en ella hasta que pudo darle plena realización. ¿No podría él vestir el sayal franciscano para vivir del todo muerto al mundo y seguir de cerca al divino Crucificado? Esta idea, vaga e imprecisa al principio, tuvo su cristalización con motivo de un hecho, en gran ma– nera importante, para toda la Orden Franciscana. El ardor apostólico que se abrigaba en el alma del Santo Fundador no sólo impulsó a sus hijos a extenderse por toda Europa, sino también le hizo concebir el proyecto de enviar a algunos de sus frailes a conquistar para Cristo las almas de los in– fieles. Confió ésta misión a cinco de sus frailes, va– lientes y celosos apóstoles, encargándoles que predi– caran la fe cristiana en Marruecos. Se llamaban Be– rardo, Pedro, Acursio, Adyuto y Otón. De Italia partieron por Francia, cruzaron Aragón y Castilla. Por fin, llegaron a Portugal con intención de embar– carse para su destino. Llegaron a Coimbra, donde estaba la Corte, a fin de entrevistarse con los soberanos. El palacio re:il estaba situadc al pie del monasterio de Santa Cruz. La Reina Doña Urraca los recibió con rimes– tras de admiración y simpatía, y por desws. de ella

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