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30 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. Llegaron los franciscanos a Coimbra hacia 1217. Se entrevistaron con la reina Doña Urraca. Esta les cedió un terreno muy cerca de la capital, donde entre olivares había una capilla dedicada a San Antonio Abad. Allí se instalaron los frailes, en pequeñas cel– das hechas de palos y ramajes. Aquello no era más que un reducido eremitorio, donde los religiosos se entregaban a la oración y la penitencia. Teniendo en cuenta la capilla y los olivares que rodeában el ere– mitorio, se llamó el convento de San Antonio de Olivares. Siguiendo el espíritu del Santo Fundador, los re– ligiosos salían de cuando en cuando del eremitorio para pedir limosna. Iban por los caminos y las ca– lles de la ciudad de dos en dos. Con este motivo, se llegaban con frecuencia al monasterio de Santa Cruz. Fernando comenzó a tratar con ellos, y pronto se quedó prendado de su sencillez, humildad y pobreza. Le llamaba la atención sobre todo un hermanito lego, en cuyo rostro se reflejaba la exquisitez de su vida interior. Fernando trabó con él una santa amistad. Se veían frecuentemente en el monasterio de Santa Cruz, hablaban de Dios y se manifestaban los íntimos deseos de sus almas. En ellos había un idéntico ideal : amar a Cristo hasta hacerse una cosa con El. Mas aquel leguito franciscano murió en breve. Y se cuenta que oficiando Fernando en la misa un día de_ fiesta, vio de repente el alma de

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