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26 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, P.F.M. CAP. Se cuentan algunas maravillas obradas por él du– rante su estancia en el monasterio de Santa Cruz. Llevado de su humildad pidió al Prior ejercer el oficio de enfermero. Adornado de la más exqui– sita caridad, servía a todos los enfermos con encan– tadora mansedumbre. Mas en ·este servicio no tenía otra obsesión que agradar a Jesucristo, y en cada enfermo, en cada anciano, en cada afligido, veía su divina imagen. Un día cuidaba a un enfermo. Este, perturbado por la fiebre, se puso todo furioso. Fernando se llenó de la más tierna compasión. Levantó .su mirada al cielo y poniendo toda su confianza en Dios, se qui– tó su hábito de canónigo regular y lo extendió sobre el lecho del enfermo, el cual al momento se calmó y se sintió inundado de paz. Otra vez, se hallaba Fernando en la cocina ocu– pado tal vez en recoger los alimentos para los en– fermos. En esto, se oyeron unos golpes de la cam– pana que daba la señal de la elevación de la santa Hostia en la misa. Al momento, el Santo se puso de rodillas para adorar al Señor. De pronto, de un modo milagroso, se abre un resquicio en las paredes y desde allí se pudo ver al sacerdote elevando el cuer– po del Señor para que lo adorara el pueblo. 1od0 el monasterio de Santa Cruz se, hallaba perfumado con la santidad del joven Fernando. Sus ejemplos eran para todos los relígíosos eficaces estí-
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