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HUYENDO DEL MUNDO 25 Fernando halló en Santa Cruz la ansiada paz de su alma. Tenía diecisiete años. Su vida dio co– mienzo a una nueva etapa de fervor y total entre– gamiento a Dios. Nada le impedía ya explayar su alma en la divina contemplación. Su recogimiento .era profundo. La celda y el coro eran para él los lu– gares preferidos. Salía también a la huerta del mo– nasterio y allí, en contacto con la naturaleza, le parecía que todo le hablaba de Dios y elevaba su alma al mundo sobrenatural. Al mismo tiempo que oraba y practicaba un ri– guroso· ascetismo, alimentaba su alma con lecturas espirituales. Leía, estudiaba y meditaba principal– mente la Sagrada Escritura y los Santos Padres, en especial San Agustín. Todo esto llenaba de luz su espíritu y caldeaba su corazón. El Santo Evangelio era su libro preferido. En él aprendió a conocer y amar a Cristo, hasta reproducir en sí mismo de la manera más perfecta la vida del divino Redentor. Permaneció Fernando en el monasterio de San– ta Cruz por espacio de ocho años. Años ,transcu– rridos en la oscuridad, pero pletóricos para la vir– tud y para el estudio de las ciencias sagradas, de suerte que bien se ha podido afirmar que transcu– rridos aquellos ocho años ya era un santo y un sabio. Al parecer, estando allí fue ordenado sacer– dote, aunque no ejerció al exterior el apostolado.
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