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HUYENDO DEL MUNDO 23 Don Martín de., Buillón, aunque con harta pena, aprobó y bendijo la resolución de, su hijo. Fernando abrazó el estado religioso. Pasados unos días, entraba en el monasterio, de San Vicente de Fora. Este se hallaba situado sobre una colina a las afueras de Lisboa. De ahí su nom– bre de Fara. Pertenecía a los canónigos regulares de San Agustín. En aquel monasterio, varones escla– recidos por su piedad supieron dar acertada direc– ción a su espíritu. En la soledad claustral, por el momento, pudo disfrutar de la paz que anhelaba su alma. La oración y el estudio eran sus ocupaciones diarias. La doctrina de San Agustín le afervoraba y le disponía para gozar de la más alta sabiduría. Pero pronto se encontró con algo que vino a per– turbar la serenidad de su espíritu. Estando el mo– nasterio muy cerca de Lisboa se prestaba a frecuen– tes visitas. Familiares y amigos iban a menudo a ver a Fernado. Le contaban noticias del mundo y hasta le instaban a volver a él, a fin de que gozara de sus riquezas y piaceres. Esto contrariaba al santo joven, porque le dis– traía, y aunque no le hiciera vacilar en su voca– ción, le impedía dedicarse a la oración y al estudio con la intensidad y frecuencia que él deseaba. El an– helo de una vida más retirada surgía en su corazón de una manera obsesionante. Entre estas luchas y deseos fueron pasando dos
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