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22 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. moros. Le muestra los pergaminos de su familia. Le narra las grandes gestas de sus antepasados, que se hicieron famosos abatiendo mil cimitarras. Pero Fernando abriga otros sueños en su mente. El mundo, con sus glorias y placeres, causa asfixia a su alma, que siente el ansia de más altos vuelos. El busca un refugio donde guarecerse de los hálitos co– rrompidos del mundo y donde explayar su espíritu en la contemplación de las cosas divinas. La sole– dad está para él llena de encantos. Retirado en ella podrá vivir al abrigo de las múltiples tentaciones, en las que sucumben tantas almas incautas, y entre– garse totalmente al servicio de Jesucristo. Un día en que su padre, Don Martín de Buillón, le hablaba con más calor de la gloria militar, Fer– nando le contesta: -Padre, todo eso pasa en un momento. Yo quiero asirme a lo que es eterno. Por eso estoy dis– puesto a dejar el mundo con todos sus encantos y delicias. Quiero retirarme al monasterio de San Vi– cente de Fora, para entregarme al servicio de Dios. -Hijo mío -le dice su padre-, ¿ya lo has pensado bien? -Sí, padre. Mi resolución es irrevocable. No aguardo más que vuestra bendición para dar un adiós definitivo al mundo y consagrarme a Jesu– cristo.

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