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APENDICE 219 rico aún caliente. Por orden del Santo abrieron el pecho del difunto y vieron que le faltaba el corazón. La muchedumbre quedó consternada y lágrimas de penitencia corrían por todas las mejillas. San Antonio en esto nos da una sublime lección. Nues– tro corazón no debe pegarse nunca al dinero, sino que debe– mos, ante todo, amar los bienes del cielo, donde nuestro co– razón debe estar. Padrenuestro, A vemaria y Gloria, etc. DlA SEXTO FLORECILLA ANTONIANA Con el Niiio Jesús Se hallaba San Antonio en el Castillo del Conde Tisso, en Camposampiero. Una noche vio el Conde salir por los resquicios de la puerta de la habitación del Santo, rayos de luz clarísima. Miró por el agujero de la cerradura y pudo contemplar esta escena bellísima. San Antonio se hallaba arrodillado ante la mesa en la cual tenía abierta la santa Biblia. Un niño hermosísimo, irradiando luces de cielo, se acercaba al Santo y le hacía objeto de sus caricias. Esta vi– sión del Niño Jesús, al pa1iecer, se repitió otras veces en la vida de San Antonio. El tenía con Jesús la más dulce intimidad. No es extraño que Jesús le hiciera gozar de sus abrazos. San Antonio, en medio de su actividad apostólica, lle– vaba una intensa vida interior. El trato amoroso con Dios en él era continuo.
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