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20 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. Su pureza, pasada la tentación, quedó hermoseada y fortalecida. Dios premió su fe y su amor a la pureza. Aquella cruz hecha en la piedra por el jovencito Fernando, quedó allí grabada, de suerte que aun hoy día puede observar su marca el turista. Una pequeña verja de hierro la protege de cuanto llegue a profanarla. Allí está dando elocuente testimonio de lo agradable que era a los ojos de Dios la virtud del casto joven. Fernando, con la gracia de Dios y el esfuerzo propio, fue venciendo las tentaciones que atentaban a su pureza. Mas esto hizo que, sin perder la paz de su alma, se volviera un tanto pensativo. Buscaba un medio para liberarse de todo peligro para esta virtud tan hermosa, que ejercía en él un poderoso atractivo. Su alma quería volar muy por encima del lodo mun– danal en que tantos jóvenes se enfangan. Ansiaba una atmósfera completamente pura y serena, libre de miasmas, en que su espíritu pudiera respirar a pleno pulmón sin ningún peligro de manchar la ni– tidez de su castidad. Fernando pensaba, pensaba. Mas sus pensamien– tos eran puros y elevados. Y a su meditación unía la oración fervorosa, en la cual pedía al Señor so– lucionar el problema de la vida, de modo que nun– ca llegara a empañar la pureza y hermosura de su alma. ·
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