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APENDICE 209 En un pueblo de la montaña leonesa, había costumbre ele cantar las jóvenes un romance a San Antonio, lo que ellas llamaban Ramo, en la noche de Navídad. El romance era compuesto por ellas mismas. Figúrense nuestros lecto• res lo que dirían. Lo primero que cantaban era esto : Oh San Antonio bendito, te pedimos muy de veras, que cases todas las mozas, la abadesa, la primera. Lamaban abadesa a la pesidenta de las Hijas de María, a cuya Congregación pertenecían todas las jóvenes del pueblo. Quizá haya animado a muchas jóvenes a pedir a San Antonio novio, el caso que se cuenta de una madre y una hija, acaecido en Roma. La madre, ya se hallaba en la vejez. La hija, no era una niña y no había modo para hallar acomodo en la vida. La madre s,entía que su hija se quedara sola en el mundo, y la hija pensaba también en la tremenda soledad en que la dejaría la muerte de su anciana madre. Por ,eso, siendo devotas de San Antonio, acuden a él en tan apremiante necesidad, pidiéndole la suerte de que la hija encontrara un buen esposo. Con esta intención em– piezan una novena. Mas van pasando los días, la novena se termina, transcurre· el tiempo y el novio no aparece por ninguna parte. Insisten en sus súplicas, pero San Antonio parece estar sordo a ellas. La hija, vtendo ya fallidas sus esperanzas, tuvo el atrevimiento de coger una imagen que tenían del Santo de Padua, y ante la cual oraban, y en el ímpetu de su indignación la arrojó por la ventana; pero con tan mala suerte, que llegó a caer en el sombrero de un hombre que pasaba en aquel momento por la calle.

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