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APENDICE 203 El Pan de los Pobres tuvo un humilde e insignifcante principio, mas fue como el granito de mostaza del Evan– gelio, que se ha extendido de una manera prodigiosa. Se puede afirmar que en gran parte de las poblaciones ca– tólicas, por no decir en' todas, está establecida esta obra. En las ciudades, ¡s frecuente verla en muchos templos. En la mayoría, se halla· 1a imagen de San Antonio, y cerca de la imagen un cepillo con este letrero: Limosna para el Pan de los Pobres. Esta obra antoniana no es ninguna asociación o cofra– día. Consiste en pedir alguna gracia o favor a San Anto– nio, y prometerle alguna limosna para los pobres si es que el Santo concedé el favor pedido. No hay obligación de dar la limosna hasta que el Santo conceda la gracia solicitada. La limosna es conveniente que se deposite en el cepillo de alguna iglesia, donde puede ser recogida para los pobres. Si esto no se puede hacer buenamente, será muy del agrado de San Antonio y sobre todo de Dios, que se den las limosnas a pobres particulares. Muchísimas son las gracias que San Antonio concede por medio de esta obra admirable, gracias que pueden pu– blicarse en revistas que hay para ello. En España hay va– rias. Citaremos algunas: El Pan de los Pobres (Bilbao). El Mensajero de San Antonio de Padua (PP. Capuchinos-Za– ragoza). El Santo (PP. Capuchinos-Santander). Los suscrip– tores de esta última revista ascienden a sesenta y cinco mil. Aunque esta publicación no es necesaria, y puede ser que sean más gratas a Dios las personas que se callan las gracias obtenidas por el Santo de Padua.

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