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APENDICE 197 El hábito franciscano con que se representa la imagen de San Antonio, es símbolo de la austeriadad propia del auténtico hijo de San Francisco en la época del primitivo fervor de la Orden. La imagen de San Antonio tiene esta otra particularidad, y es el libro que sostiene en su mano. Este libro es la santa Biblia, en la cual tenía el alma empapada. La leía con fre– cuencia, la estudiaba, la meditaba y la predicaba al pueblo con extraordinaria elocuencia. Entre los libros de la Sa– grada Escritura por él más meditados y predicados fue el Santo Evangelio, de suerte que, como habrán visto nuestros lectores, al elevarle Pío XII a .Doctor de la Iglesia le dio el nombre de Doctor Evangélico. El Santo Evangelio era para San Antonio un chorro de luz sobrenatural que inundaba su alma y en él bebía aquella sublime ciencia con que confundía ·a los herejes y movía a los fieles a penitencia de sus pecados. Otro símbolo muy expresivo de la imagen de San An– tonio es el lirio. Este lirio nos recuerda su pureza virginal. El, desde sus más tiernos años, se consagró a Dios ante el al– tar de la Virgen María y durante su vida conservó esta virginidad que fue el mejor adorno de su juventud. Su alma era blanca y pura como los lirios. Su cuerpo conservó in– tacta su castidad. Todo él respiraba pureza, limpieza, her– mosura sobrenatural. Lo más prnpio de San Antonio es el Niño Jesús que os– tenta en sus brazos. Coti esto se quiere indicar la íntima fa– miliaridad que tenía con Jesucristo. Al parecer, varias veces fue recreado en su celda con la visión del Niño Jesús, que lo hacía objeto de sus caricias. Esto nos habla del misticismo de San Antonio. El, aun en medio de su actividad apostólica, conservaba una inmensa vida interior. El era un hombre totalmente absorto en Dios. Su vida era Cristo.

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