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DOCTOR EVANGELICO 191 a nuestro inmediato predecesor Pío XI, de reciente memoria, ya también últimamente a Nos mismo para que nos dignáramos colocar oficialmente a Antonio en el catálogo de los Santos Doctores de la Iglesia. Y como tales deseos hubiesen sido además apoyados y valorados con las peticiones y recomendaciones de los Eminentísimos Cardenales de la Santa Romana Iglesia, y de muchos Arzobispos y Obispos y Prelados de Ordenes o Congregaciones Religiosas, y de otros varones doctísimos, ya del Clero, ya seglares, ya fi– nalmente de diversas Universidades, Institutos y Aso– ciaciones de Estudios, Nos juzgamos que había lle– gado la oportunidad de encomendar a la Sagrada Congregación de Ritos (para conocer su voto) un asunto de tanta importancia. Y dicha Congregación, con la acostumbrada diligencia, señaló de oficio a algunos varones idóneos que estudiaran cuidadosa– mente el caso. Y una vez que se hubieron solicitado y obtenido por separado y fueron impresos lós votos y pareceres de tales, ya no quedaba sino interrogar a los que· están puestos al frente de dicha Congrega– ción si juzgaban que podía procederse a la declara– ción de San Antonio de Padua como Doctor de la Iglesia Universal, teniendo en cuenta los tres requisi– tos, que desde Benedicto XIV nuestro predecesor, de feliz memoria, suelen exigirse, a saber: insigne san– tidad de vida, eminente doctrina sagrada y declara– ción pontificia. Y en la sesión ordinaria, celebrada en

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