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PIEDAD Y ESTUDIO 17 heredad. Le llama y no responde. Le busca entre los árboles y no lo encuentra. Se queda todo ex– trañado de su ausencia, aunque su admiración es mayor al notar que no se ve un gorrión en toda la finca. Se le ocurre una idea : se acerca a la iglesia vecina, y allí encuentra a Fernando en dulce colo– quio con Jesús Sacramentado. Don Martín se siente contrariado y no puede menos de dirigirle un re– proche, aunque dulce y paternal. _!_Hijo mío -le dice-, ¿así obedeces a lo que te he mandado? ¿Cómo te marcháste del campo? El Señor no puede estar contento de tu conducta. Ya he visto que la bandada de gorriones ha des– aparecido; pero a buen seguro que habrán causado un gran destrnzo. Fernando sonríe, y en su sonrisa refleja la ino– cencia de su alma. No ha faltado a la obediencia para ir a orar ante Jesús. Por eso contesta ama– blemente a su padre : -Padre, no os apuréis. Id a la heredad. Abrid la puerta del local grande donde se guardan los aperos de la labranza, y allí hallaréis a todos los gorriones encerrados por mí para que no hagan daño. Don Martín se halla perplejo. No sabe si creer a su hijo. Puede haberle hecho una de tantas tretas que suelen tramar los chiquillos. Pero le dio una corazonada. Se vuelve a la finca. Abre la puerta de

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