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186 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. la santa oración y devoción, según en la Regla se previene». Y Antonio, que fue el primer Lector de la Orden Seráfica, cumplió con toda perfección su oficio de Maestro; enseñando en la ciudad de Bolo– nia, sede de estudios de primera categoría, y luego en Tolosa y finalmente en Montpellier, ciudades ce– lebérrimas de estudios. Y al enseñar a los frailes, co– sechó copiosísimos frutos, sin que la oración sufrie– ra menoscabo, pues más bien se dedicó a formar sus discípulos, no sólo en el magisterio de la palabra, sino también con el ejemplo de su vida santísima, cultivan– do con especial diligencia la blanquísima flor de la pureza. Y Dios le manifestó con frecuencia cuán agradable le era al Cordero Inmaculado, pues muchas veces, mientras Antonio oraba en su celda solitaria, con los ojos y el corazón fijos en el cielo, se le apa– rece de improviso el Niño Jesús, envuelto en una luz fulgidísima y estrecha en sus brazos tiernecitos el cuello del joven franciscano, y, con dulce sonrisa, colma al santo de infantiles caricias, mientras él, per– dido el uso de los sentidos y convertido de hombre en ángel, en aquel momento «se apacienta entre li– rios» (Cant. II, 16) en compañía de los ángeles y el Cordero. En cuanto a la copiosa luz, que por todas partes difundió Antonio, tanto por la actividad docente co– mo por la predicación de la divina palabra, unáni– memente le ponderan tanto los autores coetáneos
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