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DOCTOR EVANGEUCO 185 gracia, suspiraba por un modo de vida más perfec– to, cuando los cinco compañeros Protomártires Fran– ciscanos tiñeron con sangre, en las sagradas misiones de Marruecos, los rosados albores ·de la Orden Se– ráfica. Y Antonio, lleno de alegría por tan glorioso triunfo de la fe cristiana, se encendió en ardentísimas ansias de martirio y partió gozoso con rumbo a Ma– rruecos, atracando con felicidad en las lejanas pla– yas africanas ; si bien poco después, a causa de una grave enfermedad, se vio obligado a reembarcar pata volver a su patria, siendo sorprendido en el mar por una espantosa tormenta, que, después de zarandear– lo como juguete de las olas, lo lanzó por divina diss posición, a un extremo del litoral italiano. Mas como allí fuera desconocido para todos y tampoco él cono– ciera a nadie, decidió dirigirse a Asís, donde por en– tonces se reunían muchos frailes y maestros de la Orden. Y en Asís tuvo la gran satisfacción de cono~ cer al Padre San Francisco, cuyo dulce aspecto, inundando su alma de suavidad abundante, lo infla– mó en el ardentísimo fuego del espíritu seráfico. Al extenderse luego por todas partes la fama de la celestial sabiduría de Antonio y enterado de ella el Se– ráfico Patriarca, quiso conferirle el cargo de enseñar a los. frailes, lo cual hizo escribiéndole aquellas suavísi– mas palabras: «Fray Francisco a Antonio, mi Obispo. Me place que leas a los frailes la Sagrada Teología con tal que con este estudio no apagues el espíritu de
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