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DOCTOR EVANGELICO Han pasado siete siglos. La devoción a San Ap– tonio de Padua se ha extendido por todo el orbe católico. Gentes de todas clases y condiciones acu– den a él en demanda de gracias del orden material y del orden espiritual. El es el Santo del pueblo. Pero lo que muchas gentes del pueblo no sabían, era que ese hombre con el Niño Jesús en los brazos, que irradia juventud y simpatía, que atiende a todos sus devotos, fue un gran sabio, y que sus en– señanzas tuvieron gran influencia en la Iglesia de Cristo, y que por tanto merecía ser contado entre los santos doctores. Esto era lo que deseaban y pedían muchos hom– bres ilustres. Por fin, Pío XII, de feliz memoria, el 16 de enero de 1946 firmaba las LETRAS APOS– TOLICAS, en las que se añade el nombre de San Antonio de Padua al de los Doctores de la Igle– sia, y se le llama Doctor Evangélico. Este documen-

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