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178 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. plos de virtudes, su admirable ciencia, su fecundo apostolado, sus milagros y, no obstante, no gozan de la popularidad de San Antonio. Para comprender bien la popularidad del Santo de Padua no basta recordar lo que hizo durante su vida sobre la tierra, sino que hemos de tener muy en cuenta lo que ha hecho y está haciendo des– pués de su. muerte en el pueblo cristiano. San An– tonio se nos presenta como el gran remediador de toda clase de miserias humanas. El escucha a sus devotos ; socorre a los pobres y atiende a los ne– cesitados. Por eso, con toda verdad, se le puede llamar el Santo del pueblo cristiano. «El hombre -dice Job-, nacido de mujer, vive corto tiempo y lleno de miserias; brota como una flor y se marchita, y huye como sombra y no subsiste». Estas palabras parecen impregnadas de hondo pesimismo ; pero contienen una tremenda realidad : nuestra vida está llena de miserias. Es verdad que tiene sus encantos y alegrías, pero, al fin, el mundo es verdadero valle de lágrimas, donde llorar, gemir o lamentarse es lo que el hombre hace con frecuen– cia. Se necesita algo que nos sirva de consuelo en medio de los múltiples dolores que, por fuerza, he– mos de experimentar. Y he aquí que, en la cerrada noche de nuestras penas, se nos presenta una excelsa figura nimbada

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