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176 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. tífice, dirigiéndole una de sus penetrantes miradas, le pregunta: -¿De dónde eres, hijo mío? -De Padua, Santísimo Padre. -¿De Padua? ¡Qué felicidad! ¿Amas mucho a vuestro Santo, a vuestro gran San Antonio? ¡Ah, Santo Padre! ¿Y no lo he de amar, si he nacido y crecido junto a su tumba y tengo la dicha de llevar su nombre? - ¡Hijo mío, -concluyó el Pontífice- aún no lo amas lo bastante. Es necesario amarle y hacer que sea amado, porque sábelo bien, San Antonio no es sólo el Santo de Padua; es el Santo de todo el mundo. Tenía razón el ilustre Pontífice León XIII: San Antonio es el Santo de todo el mundo ; el Santo honrado por toda clase de gentes, el Santo venerado en todos los pueblos de la cristiandad, el Santo in– vocado en todas las necesidades. A pesar de lo poco que de su vida se sabe, porque sus biógrafos narran más bien sus milagros que sus virtudes, hay, no obstante, en él no sé qué de atractivo, que lleva tras sí toda clase de gentes. Se puede decir que San Antonio envuelve la tierra en una atmósfera sobre– natural que subyuga las almas y conquista los cora– zones para llevarlos a Dios. San Antonio es amado, honrado, bendecido e invocado por todo el mundo. Es el Santo del pue-

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