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172 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. aquella visión, se dirigió a San Juan de Letrán. Allí encontró a los comisionados de Padua para la canonización. Les contó lo que había visto en el sueño. Lleno de emoción, les dijo que aquello había sido un aviso del cielo. Esto influyó grandemente en los demás Carde– nales que se oponían a la canonización. Luego, comprobada la autenticidad d.e los milagros y au– mentando las peticiones del pueblo, al fin se llegó a la unanimidad de pareceres y se designó la ca– nonización para fecha próxima. Era la fiesta de Pentescostés, 30 de mayo de 1232. El Papa se hallaba con su corte en Spoleto. Muy de mañana, la santa Iglesia Catedral estaba ya rebosante de fieles, que querían ser testigos de tan fausto acontecimiento. El Papa, acompañado de los Cardenales y seguido de varios Obispos, hizo su entrada en la Catedral. Subió a su trono. Mandó a los comisionados de Padua que se acercasen y renovasen su petición. Acto seguido, se leyó el com– pendio de la vida del Siervo de Dios y de los mila– gros aprobados que habían sido realizados después de la muerte del Santo. Terminada la lectura, el pue– blo no pudo contenerse y hubo una vibrante explo– sión de júbilo. Se alababa a Dios, porque glorifica– ba a su Siervo. Entonces, el Pontífice se levantó en su trono, y después de implorar la luz del Espíritu

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