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EN EL CORO DE LOS SANTOS 171 de una manera oficial la canonización del Siervo de Dios, Fray Antonio. Los comisionados fueron reci– bidos por el Papa, y éste reunió de nuevo a los Car– denales, haciéndoles saber los deseos de los padua– nos. Les presentó asimismo la suma de los milagros aprobados por la comisión pontificia y los sometió al examen del Colegio Cardenalicio. Mas los Cardenales se hallaban divididos. Algu– nos pensaban que debía diferirse la canonización, a fin de que no se tildara a la Santa Sede de precipi– tación en asur.to tan grave para la Iglesia. Pero he aquí que uno de los Cardenales que más se oponían a la pronta canonización del Siervo de Dios tuvo una noche, durante el sueño, una miste– riosa visión. Le pareció que asistía a la consagra– ción de una iglesia; la iba a efectuar el mismo Papa. Cuando se necesitaron las reliquias que debían ser colocadas en el altar mayor, no se encontró ninguna. El Papa tendió su mirada alrededor suyo y entonces apareció cerca del coro un féretro, en el cual repo– saba el cuerpo de un difunto reciente, y le dijo el Pontífice: -Ved allí las reliquias. Traédmelas acá. Los asistentes le respondieron que no eran reli– quias de ningún santo. Mas el Papa se dirigió al fé– retro, descubrió el cadáver, el cual estaba incorrup– to, y despedía de sí suavísima fragancia. Por la mañana, el Cardenal que había tenido

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