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170 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. hacían en martes, por ser el día de la semana en que tuvo lugar la traslación del cuerpo del siervo de Dios a Santa María. Los milagros allí obrados se fueron repitiendo, día tras día, de una manera ines– perada. Eran tantos aquellos milagros, que apenas había transcurrido un mes, después de la muerte del Santo, cuando ya el Clero y el pueblo de Padua pedían con insistencia que fuera canonizado. El Obispo de Padua, Jacobo Conrado, también pensó sobre ello y le parecía una cosa muy natural aquella petición, por ser tantos los milagros obrados por intercesión del Siervo de Dios. Por eso inició el Proceso de Canonización y mandó examinar, con todo rigor, los milagros que se atribuían al presunto Santo. Terminado el Proceso Diocesano fue enviado al Papa Gregario IX. Este reunió los Cardenales, y des– pués de consultar con ellos, nombró una comisión, a la cual se le encargó examinara detenidamente los mi– lagros hasta dar un juicio certero de ellos. Esta comi– sión estaba integrada por Conrado, Obispo de Padua, por los Abades de los monasterios de San Benito y San Agustín y por los Padres Dominicos, Juan y Jordana. Poco tiempo después, se organizó otra comisión en la misma Padua, en la cual entraban los hom– bres de más nobleza y prestigio de la ciudad. Esta comisión tenía por fin ir a Roma para pedir al Papa,

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