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164 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. matura, sino que eran víctima de una gran inquie– tud. Dándose cuenta de la fama de santidad de que gozaba en Padua Fray Antonio, temían, y con ra– zón, que surgieran grandes dificultades para darle cristiana sepultura. Las monjas clarisas abrigaban una santa ilusión: que fuera enterrado en su iglesia y que en ella fuera venerado por el pueblo cristiano. Pero sabían muy bien que esto no habían de permitirlo los superiores de la Orden. El Santo había manifestado sus de– seos de morir en el convento de Santa María, situa– do en el interior de Padua, y era muy natural que allí fuera colocado su cadáver. Los religiosos, sin saber qué hacer, por de pron– to resolvieron guardar silencio sobre la muerte de aquel hermano tan querido. Esperaban que los su– periores tomaran una determinación oportuna. Mas les fue de todo punto imposible ocultar la triste nueva. Como reguero de pólvora se extendió la no– ticia por toda Padua. Un tropel de niños, saliendo de las escuelas y de sus propias casas, se formó inesperademnte, e iban desfilando, recorriendo las calles de la ciudad, dando gritos y diciendo: - ¡ Ha muerto el Santo! j Ha muerto San An– tonio! El revuelo que se formó por todas las calles, plazas y rincones de Padua fue enorme. Las mu– jeres se reunían en grupos a las puertas de las casas,

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