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VEO A MI SEÑOR Fray Antonio, sencillamente, le contestó: -Veo a mi Señor. 159 Sí, Fray Antonio veía al Señor. Veía a aquel Señor a cuyo servicio se había consagrado toda la vida, desde sus más tiernos años. Veía a aquel Se– ñor a quien había amado con verdadero apasiona– miento del alma y por quien había soportado los sacrificios más heroicos. Veía a aquel Señor, que era toda su ilusión, toda su felicidad. El hilo de la vida de Fray Antonio estaba para romperse. Un religioso pensó, y con razón, que era llegado el momento de administrarle la Santa Ex– tremaunción, y le dio a entender al Santo su inten– ción. Fray Antonio le dijo confidencialmente: -No es necesario que me unjas con este Sacra– mento, porque he tenido ya otra unción interna en el alma. Con todo, ya que es también útil, me llena de regocijo el que me la administres. Recibió este Sacramento con extraordinario fer– vor de su alma, extendiendo los brazos en forma de cruz y respondiendo por :;¡í mismo a todas las ora– ciones. Después, juntando las manos, en humilde ac– titud, como si fuera. un pobre pecador, fue recitando alternativamente con sus hermanos los Salmos Pe– nitenciales. Terminado el rezo, se quedó por espacio de media hora en profundo éxtasis. Vuelto luego en sí miró dulcemente a todos los presentes; les di– rigió una inefable sonrisa, y su alma santísima rom-

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