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CERCA DEL CIELO 153 Por el día, escuchaba el canto de las alondras y siguiendo su ejemplo no deseaba sino remontarse al cielo cantando las alabanzas de Dios. Por la noche, escuchaba el canto del ruiseñor y sentía vivos an– helos de hallarse ya en la presencia del Señor, donde no hay jamás noche y todo es cantar jubilosamente. Como hijo auténtico del Serafín de Asís, escucha– ba en toda la naturaleza misteriosas voces que le ha– blaban del Amado de su corazón. Pero el verdor del bosque, el canto de las aves, los templados soplos de la brisa primaveral henchida de fragancias, los rayos del sol que se filtraban suavemente por entre las ho– jas de los árboles y los resquicios del cielo azul que se percibían a través del boscaje, si bien elevaban su alma, no era sino un pálido reflejo de lo que Fray Antonio contemplaba en su espíritu durante aquellos días deliciosos en que vivía más en el cielo que en la tierra. La Sagrada Escritura era su alimento espi– ritual y en ella meditaba incesantemente, con lo que su corazón se sentía invadido por los incendios de la divina caridad. Fray Antonio se sentía cercano a la muerte. Por ello venía a su memoria toda su vida, Vida breve, pero pletórica en grandes obras, que fueron la ad– miración de los hombres, y por ellas iba a recibir la recompensa de Dios. Estudio, oración, penitencia, actividad apostólica, con lo que había conquistado para Dios innumerables almas, eran el bagaje de

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